Es impresionante el momento en que te ponen delante de la muerte. Delante de la muerte no hay donde esconderse, pero todo el cuerpo se pone en jaque.
Solo hay un no quiero, que no pase, que no pase, qué miedo. Así estuve yo 2 semanas, llorando día y noche, día y noche, temblando de miedo.
Tuve la grandísima suerte de alguien que se me puso delante y me dijo: Se muere, cortante y tajante y cerró para mi que pudiera existir otra posibilidad. No había otra posibilidad él se muere. Y entonces desperté: S e M u e r e. Ostias, mi compañero, el padre de mis hijos se muere. En ese momento, él se colocó primero. Nada, ni el miedo, ni mis hijos ni el dolor, importaba más que él.
Y la voluntad de acompañarlo se hizo enorme, el amor lo llenó todo, lo miré a los ojos, y me dí, me dí por completo.
Me rendí.
La muerte te rinde, antes o después y mejor que te rinda antes y te liberes de la negación, de ese modo el que está delante de ti te tendrá y lo podrás acompañar.
Cuando el amor es el principio también es el medio y el fin, Cada segundo se convirtió en un regalo, cada sonrisa, en un milagro y cada caricia en una bendición. Yo no podía cambiar su destino, su estado. No podía curarlo ni calmar su dolor. Pero podía amarlo, podía estar allí y hacer mi parte, escuchar, acompañar y dar cada día más y más. Y ese dar es lo mejor que te puede pasar. Y sabes qué, cuando das, tienes cada vez más.
Así que a ti, si estas ahí con una situación así delante de ti solo te puedo decir una cosa. Se va a morir. Y tú estas preparad@ para acompañar la situación, ni tienes la culpa ni tienes la solución, tienes dolor y miedo seguramente pero estas llen@ de amor. Sólo ese amor es capaz de sacarte de tu propio dolor y convertirte en la mejor compañía, la compañía digna, la que todo el mundo merece cuando tiene que mirar la muerte.