Estos días algunas personas me decían que por qué un cuento para niños sobre la muerte. Que a los niños no se les debe hablar de esas cosas, que es muy temprano.
Yo miraba y callaba, ellas no sabía que yo era la autora. No puedo juzgarlas, si el papá de mis hijos no se hubiera muerto, yo no hubiera escrito este cuento, probablemente ni siquiera lo hubiera pensado…
Pero se murió, sin poder evitarlo, y sin poder mirar a otro lado, mis niños con 2 y 4 años tuvieron que entender, vivir y sentir qué significa morir. Y una cosa es hablar de la muerte con un niño, y otra decirle que su papá, al que tanto ama, no volverá.
Sí, efectivamente es muy temprano, no se les debería hablar de esas cosas, no les deberían pasar esas cosas. Pero pasan y si pasan será que no hay edad ni pauta, será que quizá deberíamos estar desde siempre preparados, quizá si la muerte fuera algo natural no juzgaríamos que es muy temprano que tenemos que “salvarlos” que resguardarlos … y yo me pregunto… ¿de qué les salvamos?
La muerte debe hablarse con naturalidad, debe estar presente en el día a día, sobre todo, porque lo está. No podemos caer en la gran mentira de mirar hacia otro lado y de ese modo dejar a nuestros niños descuidados. Eso no es ponerlos a salvo.
Cómo un niño vive el duelo tiene mucho que ver con cómo lo vive su persona de referencia. Estemos preparados.
Me he dado cuenta de que Un papá inmenso mueve más a los adultos que a los niños. Los adultos pueden juzgarlo, analizarlo o etiquetarlo, algunos rompen y lloran lo que tenían bloqueado, otros sienten un abrazo, se sienten reconfortados… A muchos se les hace corto, la mente de un adulto quiere más alimento y desarrollo, pero, este es un material simbólico, hay más en los dibujos que en el texto. Los niños lo ven, lo tocan, les gustan los colores, exploran las imágenes y absorben todo, sobre todo si un adulto los acompaña mientras lo leen… después, su visión de la muerte contiene el amor y la esperanza y eso trasciende a su visión y su sensación de la vida.
Aprender a morir es aprender a vivir. Para eso, para vivir y morir mejor es este cuento, y yo pienso que nunca es temprano para eso